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La Asociación AJER de Alcobendas y Sanse, una ayuda esencial contra la adicción al juego

Jorge G. PALOMO/ San Sebastián de los Reyes, Madrid / 12.07.2021

El juego puede convertirse en una adicción donde se pierde el control. Y no solo se debe, como antaño, a las tragaperras, el bingo o los casinos, sino al gancho a través de Internet, donde las apuestas deportivas, el póker o la ruleta ‘online’ son un imán para los jóvenes. Una preocupación social, sin duda, que requiere el apoyo institucional y de distintos agentes sociales. Una lacra, la adicción al juego o ludopatía, que abordan desde la Asociación de Jugadores en Rehabilitación (AJER) de Alcobendas y Sanse, donde no solo han recibido a personas adictas de estos municipios, sino de otros puntos de Madrid y de España. Una ayuda esencial y con total confidencialidad.

AJER es una Asociación sin ánimo de lucro que lleva 25 años dedicándose a la rehabilitación de jugadores y familiares. Desde la Casa de las Asociaciones de Alcobendas prestan atención personalizada, pero también están otras vías: el teléfono 654545361 y el email ajerasoc@yahoo.com. Asimismo, organizan terapias: los martes y los viernes por la tarde y los domingos por la mañana. El objetivo: evitar la ludopatía, una adicción sin sustancia que la OMS describe como una alteración del comportamiento objeto de atención psicológica y de tratamiento. ¿Por qué? Por la pérdida de control y la dependencia emocional del juego, un hecho que repercute negativamente en distintos hábitos de la vida cotidiana.

Mención especial a las casas de apuestas, espacios físicos donde jugar también ‘online’ que reúnen a jóvenes en torno a eventos deportivos. Una realidad, la de esta adicción sin sustancia que afecta a todo tipo de perfiles, que precisa de la ayuda de profesionales y el entorno personal. Una labor fundamental desde la Asociación de Jugadores en Rehabilitación (AJER) de Alcobendas y Sanse, donde María de la Peña, su presidenta, lanza un mensaje positivo: “Tanto el adicto como el familiar sufren mucho, pero merece la pena salir porque se recupera la vida. Se recuperan las ganas de vivir”.

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